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domingo, 28 de marzo de 2010

La costumbre de pedir la bendición a los padres

Antaño, era cotidiano escuchar a los hijos pedir la Bendición a sus progenitores y parientes consanguíneos. De hecho, representaba el saludo obligatorio, que distinguía el respeto y consideración a las personas mayores. Imposible olvidar que cada noche, antes de irnos a dormir,nos despedíamos con un ”bendición mamá (o papá)", para recibir la más poderosa respuesta y protección divina: “DIOS TE BENDIGA, HIJO”. Cuando los familiares estaban de visita, había que saludar de esta manera a tíos, abuelos, padrinos, padrastros etc. Pero actualmente, eso parece ser una costumbre en peligro de extinción, lo cual es lamentable, porque es una práctica sana, espiritualmente fortalecedora, que transforma y protege la vida de nuestros hijos y de nosotros mismos, y sobretodo, por el grave y negativo efecto espiritual que redunda, porque bendecir a los demas, es el recurso de Dios en hacer su provision de forma abundante a nuestras vidas, y es eso, lo que se pierde aquel que mira con desdén el pedir la bendición. Depende de nosotros se evite tal extinción, lo cual pasa por un análisis de todo lo que rodea este tema tan arraigado en el ambiente familiar del latino.

ORIGEN DE LA COSTUMBRE DE PEDIR LA BENDICION:
Indagando sobre el origen de la bendición a terceros, tenemos el siguiente antecedente:
Allende de ser una coincidencia, lo cierto es que la costumbre de pedir asistencia divina surgió a raíz de antiguas creencias que relacionaban al estornudo con alguna calamidad o espíritu maligno. Durante la Edad Media, por ejemplo, se tenía la certeza de que al estornudar, el diablo intentaba meterse al cuerpo del que estornudaba a través de la boca. El implorar por la ayuda de Dios, entonces, ahuyentaba al demonio y evitaba que esto sucediera. Otros creían que el estornudo en sí era señal de que un espíritu malévolo era expulsado del cuerpo. Ellos estaban convencidos de que al rogar por la bendición de esa persona, se evitaba que el espíritu regresara y continuara atormentando a su víctima. Mientras tanto, algunos afirmaban que al estornudar, el alma salía del cuerpo momentáneamente. El acto de pedir por la intercesión de Dios en ese momento permitía que el alma fuese protegida a pesar de su vulnerabilidad mientras recuperaba su sitio corporal, impidiendo que el diablo pudiese arrebatársela a su dueño y apoderarse de ella para siempre.Sin embargo, muchos atribuyen la utilización de esta expresión al Papa Gregorio I, quien a partir del año 590, convenció a los fieles a pedir por una bendición inmediatamente después de escuchar a alguien estornudar. Esto se debía a que el estornudo era uno de los síntomas de la peste bubónica, la mortífera plaga que afligiera a la población europea durante el siglo VI.En aquella época, decir "Que Dios te bendiga" servía como plegaria para evitar que la persona fuese infectada por este terrible mal. De ahí surgiría la costumbre de decir "¡Jesús!" en nuestros países de habla hispana y sobre todo en España.”( disponible en LaPalmainteractivo.com )Del párrafo anterior deriva nuestra afirmación de señalar que la bendición se originó en el campo religioso y eclesial. Esto es una práctica, costumbre o tradición íntimamente vinculada con nuestras creencias en Dios o en algún Ser Superior capaz de darnos la vida, la salud, la prosperidad, el éxito, lo mismo que de no tener su apoyo y bendición generaría todo lo contrario a los beneficios, ventajas, bienestar y comodidad que se ha señalado anteriormente. De manera que la bendición, tal como ha quedado escrito es “ bien decir” , “ desear bien” , “decir bien “, “manifestar bien”, lo que en definitiva nos lleva a creer que la bendición siempre es favorable, benéfica, útil y vinculada con la divinidad, con la deidad, con Dios o con nuestro creador.

REVISION BIBLICA: Es importante hacer una revisión bíblica de éste tema.
-EL ANTIGUO TESTAMENTO:
Bendecir es un acto de fe que conmueve los cielos a favor del que la da como del que la recibe. Todo el que ha leído el Génesis sabe de la rivalidad de los hermanos gemelos Esaú y Jacob, quienes peleaban desde el vientre mismo de la madre.
Esta contienda se debía a que el primogénito recibía la mayor bendición. Y no se trataba simplemente de una mayor proporción de herencia o status en la familia. Ellos conocían el poder de las palabras, y el traspaso del favor divino que un padre delegaba sobre aquel que bendecía. Jacob quería eso, lo intentó obtener por múltiples maneras.
Esaú, confiado en su derecho de haber nacido primero, nunca le dio importancia, y hasta cambió su derecho a la primogenitura a Jacob, un día por estar hambriento. Cambió su Bendición por un plato de lentejas.
Abraham recibió promesas de descendencia y tierras como bendición de Dios. Cuando la promesa de la descendencia se cumplió en su hijo Isaac, Abraham le traspasó su favor para que a través de él siguiera en marcha el plan de Dios de hacer de una simple familia una nación.
Cuando Isaac ya viejo, enfermo y ciego, entiende que debe traspasar su bendición a su primogénito Esaú, Jacob se hace pasar por el, y todo el peso del poder de las palabras pronunciadas por Isaac, decretando prosperidad y multiplicación; aquello que había recibido de su padre y que debía darse por generaciones, todo lo depositó sobre Jacob.
Para cuando Esaú llego y quiso solicitar su bendición, lo que Isaac pudo pronunciar para el fue muy distinto, no contenía el mismo nivel de grandeza. Y como no se trataba simplemente de vanas palabras, sino de impregnar en su “destino” el favor de Dios, no podía ya decirle lo mismo.
El recibir menos que Jacob enfureció a Esaú de tal manera que conservó su odio mientras tuvo vida. Pero aunque Jacob había conseguido la Bendición por medio a un engaño, Dios valoró que el anhelaba ser bendecido, mientras que Esaú no le daba importancia.
De todos modos Jacob pago altos precios por su manera de obrar, y Dios le transformó a través de múltiples circunstancias adversas y engaños de las que fue víctima. Pero al final, a través de Jacob se continuó el legado de Abraham.
Partiendo de sus 12 hijos, se formaron las 12 tribus de familias, las cuales se multiplicaron y formaron el pueblo hebreo. Como Dios cambió el nombre de Jacob por Israel, entonces este pueblo desde entonces hasta hoy en día es la nación de los Israelitas.
*EL NUEVO TESTAMENTO:
Por otra parte, y en historia bíblica más reciente, cuando Jesús bendice a sus discípulos antes de partir al Reino de los Cielos, sabemos que los envía como mensajeros, convirtiéndolos en trasmisores de su bendición. De nosotros, entonces, podemos decir: somos benditos, con toda la fuerza que esta expresión tiene en la escritura. Somos hijos de Dios y por tanto la fuente de la irradiación de la bendición de Dios en la tierra, que se expresa en salud, abundancia, etc.
Dios, como Padre Omnipotente y Generoso nos regaló el Espíritu Santo: se regaló a sí mismo para nosotros, en su sacrificio en la cruz, como cordero amoroso. Al aceptarlo como Salvador, nos regala el Espíritu Santo con el cual lo podremos llamar Padre, y, desde ese momento, vendrá en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos ni siquiera orar como conviene. Más todavía, el Espíritu Santo, tomará nuestro lugar, como Abogado, que orará en nosotros con gemidos incomprensibles para dirigirse a Dios. Si cuando Dios pasa el desierto florece, el Espíritu que habita en nosotros no puede sino dar frutos, dar abundantes BENDICIONES, y éstas son pasadas de padres a hijos, cada vez que el padre o madre lo bendice, con lo cual lo está cobijando con la poderosa protección de Dios.
Cristo, es la fuente de toda bendición, en quien encontramos todos los tesoros de la Gracia, y en quien podemos, a su vez, bendecir a Dios, darle gracias y alabarlo. Cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador personal, pasa a habitar en nosotros, y con ÉL, toda clase y fuente de maravillosas e indescriptibles bendiciones pasan a nuestras vidas; y nuestra propia historia queda transformada, convirtiéndose en historia de salvación, lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Los acontecimientos de la vida diaria ya no son sólo míos, sino que “entre cada una de mis pisadas anda Dios”, porque nuestra existencia se transforma en una ofrenda pura, agradable a Dios.
Mientras Jesús pasaba sus últimas horas con sus discípulos, Él les dijo: “…De cierto, de cierto os digo que TODO cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.” (Juan 16:23). Luego les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.” (16:24). ¡Que declaración tan increíble!, imagínense a Dios cumpliendo esta promesa, cuando un padre le pide a Dios, que le bendiga a su hijo, ¡Gloria a Dios!. Todo hombre que acepta la Palabra de Dios, con todo el Poder Divino y Transformador que ella encierra, y reclama para sí la promesa de Jesús de pedir conforme a su voluntad, su fe va a ser honrada por Dios, y de una forma que excede a nuestra capacidad de recibir y entender.
Resumiendo: todo padre debe inculcar a su hijo la costumbre de pedir la bendición, más que por una tradición, es por el hecho de que como hijos de Dios, debemos observar en la tierra el respeto a la autoridad paternal que Dios espera para sí mismo, lo cual es lo que agrada a Dios, y lo que le impulsa a llenar de bendiciones a los hogares obedientes a su ley divina. Aterrizamos en el siguiente axioma: "piensa en Dios, quien es obediente a su palabra".

SITUACION ACTUAL:

Tristemente, hoy día, ocurre lo siguiente con esta costumbre: una persona adulta se dirige a un joven con quien tiene algún lazo consanguíneo (padre, tío), en el sentido de exhortarle que no le ha pedido la bendición, y la actitud indiferente del joven se resume en una respuesta como ésta: <"ay, no me vengas con eso, porque no voy con conductas anticuadas que me ridiculizan ante mis amigos">. Simple y brevemente: se puede catalogar como asombroso e irrespetuoso, y por qué no decirlo, hasta signo de ignorancia espiritual. Además de la pérdida de consideración que ello representa, de parte de los hijos, sobrinos, nietos, ahijados o todos aquellos que moralmente, tradicionalmente, bíblicamente estamos obligados a solicitar o pedir la bendición a nuestros padres, abuelos, tíos, padrinos, etc., tal situación se traduce en la pérdida del valor respeto que necesariamente debe guiar a cualquier persona. Ahora, no es que por el simple hecho de que no se pida la bendición, lo que también repercute es que el haber abandonado esa práctica desdice en mucho de las relaciones entre padres e hijos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos, padrinos y ahijados etc, y muestra cierto grado de descomposición o al menos de debilitamiento de la estructura familiar y con ello las posibilidades reales de implantar conductas y actitudes respetuosas características de una sana sociedad de valores éticos, donde el respeto ocupa un lugar insustituible como valor social básico. Incluso, muestra una falla visible en la educación secular y religiosa, porque es obvio, que si se impartiera esta instrucción, no ocurriera lo que estamos tratando. La bendición, socialmente hablando, implica una especie de jerarquización en el trato entre adultos y los que no lo son, y por ende del nivel de respeto que debe haber entre ambos, y cuando estos últimos adquieren la adultez continuarán respetando esa jerarquía (y que se supone transmitirán a sus descendientes), la que no debe entenderse como patrón de superioridad frente al que solicita o pide la bendición, si no más bien, como una manifestación de respeto , atención y disposición para escuchar el consejo, la palabra oportuna y la orientación de quienes por el sólo hecho de haber vivido más que nosotros, hace presumir un grado de experiencia mayor y en consecuencia la capacidad de poder ver no solamente la montaña sino también el valle que hay tras ella.

REFLEXION:

La reflexión final es ésta: a todos los que tienen responsabilidades familiares no permitan que esta práctica de pedir la bendición se pierda para siempre, pues la consecuencia espiritual es, ¡muy nefasta!, al cerrarse el grifo de bendiciones que un hijo recibe a través de esa práctica mal entendida como anticuada. No caiga usted amigo y amiga lectora en esa falacia, moda o pseudo actitud que hoy venden los materialistas, los consumistas y los enemigos de Dios cuando pretenden aconsejarles a los padres, abuelos, tíos y a quienes conducen una familia, que no es importante y que no tiene efectos la negación de a quien corresponda pedir la bendición.Tomando en cuenta este poder que tiene el bendecir, reflexiono en la necesidad de restablecer esa costumbre sobre nuestros hijos, para decretar el traspaso de los favores de Dios desde nosotros los padres sobre nuestros hijos. Esto les impregna un sentido de unidad, de pertenencia y seguridad. Cualidades que hablan de amor, y que nos asemejan a lo que Dios mismo hace con nosotros, cuando pastores y sacerdotes bendicen a su pueblo al asistir a las iglesias.

Tomando una cita del Padre Josemaría Escrivá de Balaguer (fundador del OPUS DEI): "El mandamiento de amar a los padres es de derecho natural y de derecho divino positivo, y yo le he llamado siempre "dulcísimo precepto". No descuides tu obligación de querer más cada día a los tuyos, de mortificarte por ellos, de encomendarles, y de agradecerles todo el bien que les debes".


La oración más corta y más poderosa es: DIOS TE BENDIGA. Y, hoy te digo: Hijo, hija, no te la pierdas.
Terminemos cada bendición de la siguiente manera:

En el nombre del Padre (Creador y propiciador de bendiciones para todos sus hijos), del Hijo (Salvador, quien nos enlaza con el Padre por medio al pago del pecado en la cruz) y del Espíritu Santo (quien mora en nosotros para guiarnos a una vida de plenitud y comunión con Dios). El establecer que el Dios Trino cumpla la Bendición pronunciada, da a los padres la certeza de que “Así sea” es decir, Amén.

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Este artículo es un resumen de investigaciones que sobre el mismo realizara el autor de este blog, por la inmensa importancia que tiene para una familia y una sociedad, sanas y robustas. Se aborda el significado familiar, social, espiritual y bíblico

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